Como la vida misma...
Caminábamos con Char pisando la suave hierba de ese bosque. Era un día cálido y las luces apenas pasaban por las copas de los árboles. Era un bosque que nos cobijaba. Hacia una orilla del río, Moni sacaba unas cosas de una embarcación como para darle a Mateo que correteaba feliz entre el verde. Más allá estaba Juan, sumergiéndose en otra orilla del río que tenía un barro curativo. Cubría sus piernas con esa emulsión y salía a sentarse en la orilla. Con Char continuábamos caminando siempre de la mano, disfrutando tantísimo esos momentos. En la caminata atravesábamos un suelo que parecía pantanoso y nos empujaba hacia abajo, pero con total naturalidad, sin desesperarnos y calmados, salíamos nuevamente hacia arriba y nuestros pasos seguían sobre la suavidad del firme suelo verde.
Al cabo de un rato de andar, nos encontramos con Moni, Juan y Mateo que nos esperaban en su embarcación en una orilla más lejana del mismo río. Descubrimos juntos una casa grande suspendida sobre troncos encima del agua cristalina. Tenía la forma del clásico hongo de dibujos animados antiguos, más bien achatada, era baja pero espaciosa, tanto como para recorrerla en la embarcación. Al rato de estar navegando esa casa rozamos contra algo y la embarcación comienza a llenarse de agua pero con la misma naturalidad que pudimos salir del pantano, nos bajamos, la vaciamos y nos volvimos a subir para continuar andando, con nuestra felicidad intacta y las ganas de continuar descubriendo nuevos caminos.
Como la vida misma…en un sueño…